A medida que envejecemos, mantener una mente ágil y saludable se convierte en una prioridad para disfrutar de una vida plena. Aunque factores como la genética influyen, los hábitos diarios juegan un papel fundamental en la preservación de la función cognitiva. En especial, la rutina nocturna puede marcar la diferencia entre un envejecimiento mental activo y uno deteriorado.