En la última década, los desarrolladores de software han enfrentado un reto creciente: el aumento exponencial del número de vulnerabilidades de seguridad publicadas, conocidas como CVEs. Este incremento, ha obligado a los equipos de desarrollo a gestionar miles de alertas de seguridad, muchas de ellas derivadas de dependencias indirectas de proyectos directos. Esta situación ha complicado la priorización de qué vulnerabilidades deben abordarse primero.