Quentin Dupieux tiene ideas. Cientos de ideas, de lo que debería ser el cine: un bombardeo de giros, propuestas innovadoras, rupturas del espacio y el tiempo, bombardeos de la cuarta pared, ciencia-ficción de estar por casa, personajes esquizofrénicos... El problema es que no todas estas ideas tienen el potencial de pasar del cortometraje, no hablemos ya de rellenar los 75 minutos que suelen durar todas sus cintas.