Cuando gran parte de nuestras vidas transcurre en plataformas digitales, el acceso libre y abierto a Internet se convierte en parte en necesidad, en parte en algo que se da por hecho. Hasta que alguien decide que la mejor forma de perseguir retransmisiones no autorizadas de eventos deportivos pasa por bloquear en masa ciertas IPs, lo que deja inaccesibles a plataformas legítimas con miles de clientes.