En el ocaso de la edad de oro de los salones recreativos la felicidad de toda una generación de jóvenes enamorados de los videojuegos era tener una consola conectada a la tele, una copia del último FIFA (por ejemplo) y dos mandos para picarte con tu hermano o tus amigos a continuación de clase. Y ojo, que si ya tenías un Multitap podías organizar partidas de hasta ocho, incluso cuando la pantalla era ridícula.