No he llegado al punto del precursor de esta revista, Antonio Cambronero, de cerrar Twitter (yo lo sigo llamando así), pero mi presencia en esta red social es casi testimonial.
Ya no soy aquel que publicaba una media siete tuits al día (acabo de ir a mi perfil y roza los 39,000 desde que abrí la cuenta en 2010). Ni entro tres o cuatro veces (por ser comedido) al día para ver si me he perdido algo.