Si hay algo que me fascina cuando hablamos de transformación digital, es la manera en que la adopción de ciertas tecnologías pueden trastocar por completo nuestros hábitos laborales en un plazo de tiempo corto.
Encuentro un ejemplo muy interesante de ello en los asistentes de inteligencia artificial para la toma de notas en videoconferencias y reuniones, un tipo de herramientas en fuerte popularización pensadas, en principio, para liberarnos de la pesada tarea de apuntar cada detalle de lo que se ha comentado en una reunión, que tiene el aspecto de estar imponiéndose en cada vez más entornos, pero que puede además acarrear consecuencias a largo plazo que impactan nuestra forma de laborar.
En varias ocasiones ya me he encontrado, con que aparecía un «misterioso invitado» mudo y sin cámara, dedicado en exclusiva a documentar la reunión. Pero ¿hasta qué punto estas soluciones pueden suponer una mejora en nuestra eficiencia y hasta qué punto están minando la esencia misma de nuestras interacciones profesionales? Mi forma de participar en reuniones es, bastante «ligera»: trato de aportar mis puntos de vista, de proponer ideas, obviamente, pero en muchas ocasiones lo hago utilizando el humor, en un estilo que está pensado para tratar de hacer la reunión agradable, pero seguramente no para ser preservado en forma de notas exhaustivas.