En junio de 2024, los astronautas de la
NASA Butch Wilmore y
Suni Williams llegaron a la Estación Espacial Internacional para una misión de 8 a 10 días. Sin embargo, los problemas de la nave
Starliner retrasaron su regreso hasta marzo de 2025, 286 días luego.
Lo que empezó como una corta estadía se convirtió en más de nueve meses de microgravedad, que puede tener efectos profundos en el cuerpo de los astronautas: atrofia muscular, pérdida de densidad ósea, alteraciones cardiovasculares, problemas de visión y estrés.
Tanto la NASA como la ESA han estudiado en profundidad los efectos de la exposición al espacio y la microgravedad en el cuerpo humano. Uno de los más comunes es la pérdida de masa muscular y ósea.
En la Estación Espacial Internacional no hay gravedad que obligue a los músculos y huesos a laborar para sostener el cuerpo, así que los tejidos comienzan a debilitarse por desuso. Los astronautas pierden alrededor de un 1% de densidad mineral ósea por cada mes que pasan en el espacio. Sus músculos, de ahí que les cueste mantenerse en pie tras aterrizar en la Tierra.
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Para mitigar este efecto, los tripulantes de la ISS se someten a rutinas férreas de entrenamiento: dos horas diarias en la cinta de correr, la bicicleta estática o haciendo ejercicios de resistencia.