En el inevitable ciclo de reacciones airadas que sigue a toda cosa que se vuelve un fenómeno real, lo que anteriormente había sido el punto de reclamo o de alabanza se termina volviendo lo más criticado. No hay mayor síntoma de que "Adolescencia" se ha vuelto la serie del momento que el hecho de que empiece a ser discutida por aquellos que ya no vienen a ella como una sorpresa inesperada sino como una cosa consolidada.
No es que estemos ante una obra libre de imperfecciones o crítica. Resulta inevitable cuando quiere abordar algo tan sensible como la radicalización en la juventud, la vida oculta que los chavales llegan a mantener al margen de progenitores y educadores, y además quiere abordarla con el músculo del plano secuencia extremadamente coreografiado. La dirección de Philip Barantini aporta un músculo espectacular que introduce con fuerza al espectador en la cruda historia que quieren abordar Jack Thorne y Stephen Graham desde el guion, aunque a veces la sintonía entre forma y fondo tenga roces incómodos.
No pocos cuestionan que el plano secuencia sea tan asombroso que distancia un poco del drama que se está contando.