La cúrcuma tiene mucha fama como suplemento por sus propiedades, pero a mí me interesa más como especia para emplear en la cocina, donde permanentemente es más recomendable aprovechar los nutrientes de los alimentos, y no tanto a través de pastillas. Es perfecta para dar color y aroma a una hortaliza tan simple como el calabacín, que
braseado en sartén o cazuela adquiere una textura muy apetecible.
Brasear consiste en cocinar un alimento sin prisa aprovechando sus propios jugos, con un poco de líquido, para que no llegue ni a freírse o tostarse, ni tampoco quedar como hervido. Podemos cocinarlo en este caso hasta que quede muy, muy tierno, casi deshecho, o dejando el calabacín con un punto más 'mordible', eso va en cuestión de gustos. Cuanto más fino lo cortemos, antes se cocinará.
Para 4 personas
Cebolla o cebolleta, picada fina
1
Dientes de ajo rallado
1
Calabacín en medias lunas (o 1 si es muy grande)
2
Cúrcuma molida (unas dos cucharaditas colmadas, aprox.)
5 g
Vino blanco
100 ml
Caldo de verduras o agua (aprox.