Todos anhelamos una segunda oportunidad para decir adiós. Para arañar unos minutos adicionales, para hacer una llamada donde poder sacarlo todo, para perdonarnos a nosotros mismos, para estar ahí, para volver a recordar un abrazo, un beso o una mirada. Sin embargo, al mismo tiempo somos conscientes de que la vida y la muerte transcurren de maneras asombrosamente paralelas: disfrutamos porque sabemos que habrá un final, lloramos porque hemos querido, anhelamos un día más porque nunca será suficiente. 'Daniela Forever' es la respuesta de
Nacho Vigalondo a la incesante inquietud "¿Y si pudiera hacerlo todo otra vez?". La solución me ha roto en dos, pero mucho ojo: puede que a ti no te pase lo mismo.
Vigalondo ha tardado ocho años en volver al cine tras la portentosa 'Colossal', y lo ha hecho indagando en su interior para contar un filme tan personal, única y extraordinaria como imperfecta. Evitando de manera muy inteligente ser un trasunto de '¡Olvídate de mí!' y creando sus propias normas, 'Daniela Forever' no solo delinea un universo propio, sino que, además, lo manipula, rompe, estira y reconstruye a su manera gracias a un guion que tarda en arrancar pero cuando lo hace se convierte en un doloroso (y maravilloso) tour de force sobre el olvido, la manipulación y, sobre todo, el perdón que nos debemos a nosotros mismos.