El cine de los años
ochenta nos dejó un montón de joyas que seguimos recordando hoy en día con el mismo anhelo con el que la fuimos a ver al cine, sin embargo, en una industria en la que la tendencia de los filmes era dominada por la fantasía y la acción, la idea de nadar contra la corriente era sumamente atrevida, pero hubo una que, rompiendo los esquemas, se coronó como la favorita de una generación, aunque se presagiaba que en cines fuera todo un fracaso.
Cuando 'Dirty Dancing' llegó a las salas de cine en agosto de 1987, pocas personas, incluyendo los propios involucrados en el film, imaginaban que se convertiría en uno de los éxitos más duraderos del cine.
La historia, ambientada en los años sesenta sigue a Frances "Baby" Houseman (Jennifer Grey), una joven de familia adinerada que, durante unas vacaciones familiares, conoce a Johnny Castle (Patrick Swayze), un instructor de baile de origen humilde. A través del baile, Baby desafía las normas sociales de su entorno, explora su independencia y se enamora de Johnny.