Laborar en Apple durante la era de
Steve Jobs no era para todo el mundo. Según cuentan algunos empleados, muchos evitaban a toda costa comer en la misma mesa que él. ¿El motivo? Una conversación casual a menudo se transformaba en un interrogatorio sobre lo que estabas haciendo para mejorar Apple. Y peor aún, el simple hecho de coincidir con él en un ascensor podía hacer que temieras por tu trabajo: si no le convencía tu respuesta a la pregunta, podías salir despedido en el siguiente planta.
Ese lado perfeccionista, casi intimidante, era parte de lo que hacía a
Jobs un líder único. Pero había una excepción: el retiro anual "Top 100". Aquí, lejos de los pasillos de Cupertino,
Jobs reunía a las 100 personas que consideraba esenciales para discutir el futuro de Apple. Aunque seguía siendo exigente, este retiro era una oportunidad de oro para estar cara a cara con su visión y formar parte de los planes estratégicos más ambiciosos de la compañía.
El retiro "Top 100" era mucho más que una simple reunión o actividad de team building. Era un evento exclusivo que definía quiénes eran las personas más valiosas de Apple.
Steve Jobs seleccionaba a los asistentes siguiendo un criterio propio, basado en el impacto y el talento, no en los títulos. Si eras un ingeniero con ideas brillantes, mientras que un vicepresidente se podía quedar fuera. Para
Jobs, la jerarquía no era relevante, solo los resultados.