El pasado viernes, en un movimiento inesperado, la
Oficina de
Aduanas y
Protección Fronteriza de EE. UU. publicó un informe que eximía temporalmente al
iPhone y otros dispositivos tecnológicos del gravamen del 145 % sobre productos chinos. Esta decisión hizo que las acciones de Apple recuperaran parte del terreno perdido tras la noticia inicial de los aranceles. Y, por supuesto, consiguió que tanto los directivos de Apple como nosotros, los consumidores, respiráramos más tranquilos.
Sin embargo, apenas 48 horas luego, la situación ha dado otro giro. Lo que parecía una victoria del sector tecnológico se ha convertido en una mera prórroga de "un mes o dos", según confirmó el secretario de Comercio, Howard Lutnick. La administración
Trump está preparando "aranceles de enfoque especial" dirigidos específicamente a dispositivos electrónicos como los smartphones u ordenadores.
La relación que Tim Cook ha cultivado con
Trump a lo largo de los años. Esto incluye aquella visita en 2019 a la planta de ensamblaje del Mac Pro en Texas. O la donación de un millón de dólares. Y aunque la semana fue turbulenta, los analistas de Wall Street interpretaron esta excepción como un reconocimiento de la imposibilidad de trasladar las complejas cadenas de producción a suelo estadounidense. Pero el secretario de Comercio ha dejado claro que la exención no durará para permanentemente.