¿Eres de los que ve que le entra una llamada en el
iPhone y los latidos del corazón empiezan a ir como si hubieras hecho una maratón? ¿O de los que prefieren esperar a que termine de sonar para luego decir "¿Qué pasa?" por mensaje? Si es así, estás dentro de una tendencia que va a más, especialmente entre los jóvenes de la Generación Z. Aunque esta generación ha crecido con un
iPhone en la mano, el 56% admite asociar las llamadas con malas noticias. Además, un 23% nunca contesta el teléfono. Sea lo que sea.
La telefobia va más allá de una simple preferencia por enviar mensajes por WhatsApp. Para muchos jóvenes (entre los que me encuentro), responder a una llamada supone exponerse a lo desconocido, romper la burbuja de control y enfrentarse a una conversación que no pueden planificar. Según los expertos, esto genera ansiedad, especialmente en una era en la que los mensajes escritos permiten repasar, editar y borrar antes de enviar. Y, sobre todo, no romper con lo que estés haciendo. Es como si entrasen en tu casa sin avisar.
Zoia Tarasova, explica que este fenómeno refleja algo más grande: "una rebelión contra la inmediatez y la urgencia. Los jóvenes valoran cada vez más tomarse su tiempo para responder". Y tiene sentido.