Tras la impresionante demostración de
SpaceX a mediados de octubre, en la que fue capaz de atrapar un cohete propulsor de un
Falcon Super Heavy, de nada menos que setenta metros de altura, con la misma torre de la que había salido y sin que llegase a tocar el suelo, toda la industria aeroespacial está tratando, como loca, de copiar los niveles de reutilización de los componentes de cohetes de la compañía.
El problema, claro está, es que las cosas no son tan sencillos como ese patético y mediocre «que innove otro, que yo ya lo copiaré». La innovación no tiene lugar en un papel ni en un plan estratégico, sino en el mundo real, y eso supone una combinación de destreza, práctica y equipos humanos que no se consigue de un día para otro.
En realidad,
SpaceX lleva ya desde el año 2020 rompiendo cada año sus ratios de reutilización de componentes, un parámetro vital a la hora de reducir sus costes que le ha llevado a convertirse, con mucho, en el competidor con mejor estructura de costes de toda la industria, capaz de generar importantísimos ahorros a sus clientes. Con Starship y sus gigantescas magnitudes, hasta el punto de que quien decida utilizar a otro competidor para cualquier misión, estará con total seguridad perdiendo mucho dinero. Se calcula que Starship reducirá el coste de llevar cada kilogramo a la órbita terrestre entre unas cincuenta y ochenta veces.