El corredor es estrecho y oscuro, iluminado solo por una tenue luz que parece parpadear al ritmo de mi pulso. Me he cruzado con él, con X-2506, y aún puedo sentir su presencia. Hace solo unas semanas que lo conocí, cuando fue asignado como jefe del mantenimiento de la
Máquina, y desde entonces, no ha salido de mi mente.
No sé qué fue lo que me atrapó de él desde el principio. Quizá fue la manera en que camina, con esa mezcla de fuerza y agotamiento, como si llevara sobre los hombros un peso invisible. O tal vez fue su mirada, una que no refleja ni sumisión ni conformismo. Hay algo en él que me dice que no es como los demás, que no solo cumple órdenes, que, al igual que yo, oculta algo.
Y sin embargo, no puedo dejarme llevar por esto, por este sentimiento que crece en mí como una chispa incontrolable. Llevo demasiado tiempo planeando, tejiendo cuidadosamente cada hilo de esta conspiración. Desde el momento en que me uní a la resistencia, supe que el camino sería solitario, que el precio sería alto. Destruir la
Máquina del Tiempo es más que un acto de rebelión; es una necesidad, la única manera de quitarles a los Intocables su última arma, su poder absoluto sobre nosotros y sobre la historia misma. Cada segundo que pasa, siento esa urgencia que me consume y me mantiene en pie.
Pero hoy, al cruzarnos, algo ha cambiado. Por un instante, he querido decírselo todo.