Primero fue el primer ministro de
Reino Unido,
Keir Stamer, el que dejó clara la postura de la nación frente a la guerra arancelaria. China era más aliado que enemigo frente a las turbulencias del mercado global. Luego fue
Pedro Sánchez, presidente de España, el que se manifestó en la misma línea. De alguna forma, y que eso ocurre mientras sobrevuela una palabra junto a China que pondrá a prueba las regulaciones del viejo continente: dumping.
El desafío tras los aranceles. Durante años, Europa ha visto en China un competidor económico formidable, pero muchos medios como el New York Times han comenzado a deslizar un temor producto de la escalada de tensiones comerciales entre Pekín y Washington, y cómo ésta puede transformar ese desafío en una amenaza potencialmente desestabilizadora para el continente.
¿Cómo? La imposición de aranceles extraordinarios por parte de Trump ha levantado un muro comercial que impide a las exportaciones chinas dirigirse a su mercado tradicional, lo que ha encendido las alarmas en Bruselas ante la posibilidad de que una avalancha de productos subvencionados, desde vehículos eléctricos hasta acero industrial, se redirija de forma masiva hacia Europa.
Con industrias clave como las de Francia, el temor es que el llamado dumping (la práctica de vender por debajo del coste para eliminar competencia local) se intensifique hasta erosionar los cimientos de la producción europea.