Un tweet de
Anthony Pompliano sobre un amigo suyo que utilizó
ChatGPT para subir unas imágenes y lograr un diagnóstico médico, y fue capaz gracias a ello de corregir un previo mal diagnóstico de un médico, genera un hilo de respuestas en el que otras personas comentan situaciones similares, y ponen de manifiesto lo que todos podíamos imaginar: que cuando una herramienta se convierte en habitual, lo lógico es utilizarla en situaciones de todo tipo, incluyendo aquellas que pueden plantear un cierto riesgo, como es el caso: un estudio de 2024 de Live Science indica que los diagnósticos galenos de
ChatGPT son precisos menos de la mitad de las veces, lo que sugiere que su éxito en estos casos puede ser más excepcional que típico.
La situación no es en absoluto nueva, y entronca con las anécdotas clásicas del «Doctor Google»: pacientes que introducían sus síntomas en el buscador para lograr un diagnóstico y que, posteriormente, llegaban incluso a discutirlo con los generalmente sorprendidos facultativos, que con toda la lógica del mundo, les decían eso de «mira, es que el médico soy yo». Ahora, a medida que los algoritmos generativos van sustituyendo al buscador tradicional en más y más búsquedas, la tendencia no podía hacer más que continuar.