Un interesante artículo en
Financial Times, young internet users want to be tracked« da cuenta de cómo las generaciones más jóvenes no solo no tienen ningún problema en compartir su localización con su familia o amigos, sino que incluso quieren hacerlo, porque les parece incluso más conveniente o más seguro disponer de ese dato.
El artículo no es la primera anuncio que tengo sobre ese hábito de la llamada Generación Z, es algo que había leído ya anteriormente, y me evoca el comportamiento de mi familia cuando mi hija comenzó a ir a excursiones con el colegio, antes incluso de la era smartphone y las apps de geolocalización, y se llevaba en la mochila un pequeño dispositivo con GPS que nos permitía tenerla geolocalizada, algo que nos proporcionaba bastante tranquilidad mental. Desde entonces, mi hija nunca ha tenido ningún problema con el hecho de que conozcamos su geolocalización incluso durante los años de la adolescencia, e incluso ahora, que tiene ya treinta años y su propia familia, sigue compartiéndola con nosotros a través tanto de Google Maps como de su iPhone.
Yo mismo comparto mi geolocalización, con quien comencé a hacerlo porque él vivía en una zona de frecuente tarea sísmica, pero hemos seguido haciéndolo de manera rutinaria.