Ron y agua bendita. Lo restregaron nada más nacer. Su tía
Francisca Cimodosea Mejía quiso evitar percances como esa vuelta de cordón
umbilical que apretaba el cuello del futuro escritor, premio Nobel de Literatura
y uno de los autores más grandes que nuestra lengua ha dado.
Escapar a la muerte sin dejar de mirarla de frente.
Trabajando letras para celebrar la vida y hacerla más grande, más inabarcable
de lo que es.