El COVID fue el espaldarazo definitivo a los pagos con tarjeta: así evitabas el trasiego de compartir monedas y billetes a cambio de un conveniente e higiénico gesto que implicaba no tener que nada, ya que basta con acercarlo al lector. Y da igual el importe: desde una barra de pan a una lavadora. La consecuencia es directa: cada vez es posible localizar la opción de pago con tarjeta en cualquier lado. Eso sí, en España, porque en Alemania es otra historia.