Tokio

Desde ya mismo, en este mes de abril, la ciudad de Tokio quiere dar ejemplo a las empresas y administraciones de todo el país implementando para todo su personal público una jornada laboral de cuatro días, una fórmula que ha resultado un éxito en muchos países y que, como veremos, en Japón ya fracasó en otros intentos.

Ahora la propuesta llega con más fuerza para la capital del país, que prueba su semana de cuatro días entre todos sus trabajadores públicos.

Es posible que hasta hace poco la gran mayoría de la población desconociera qué era Yonaguni. En el año 2021, la pintoresca isla japonesa apareció en el mapa de millones de personas cuando el artista Bad Bunny le dedicó una canción (cantándola en español y japonés, además). Sin embargo, posiblemente será más famoso con el paso de los meses. Se encuentra en el centro de una guerra entre Estados Unidos y China, y tiene de frente a Taiwán.

El paraíso en el conflicto.

A lo largo de los últimos años el Gobierno de Japón ha tenido que echar mano de su reserva de arroz de emergencia para afrontar precisamente eso, emergencias. Lo hizo tras el terremoto y maremoto que golpearon el este del país en marzo de 2011. Y volvió a hacerlo años luego tras la cadena de seísmos que hicieron temblar el suelo en Kumamoto. Ahora las autoridades se han visto obligadas a recurrir de nuevo a sus silos nacionales, aunque no para responder ante una emergencia imprevista.

En muchas ciudades, la vida es eso que pasa entre atasco y atasco. Es un mal con el que hay que convivir en las grandes ciudades: una gran oferta, pero también una alta movilidad en coche que genera esos atascos. Y el gran problema no es que los atascos nos roben tiempo, sino que nos quitan dinero.

Buena parte del mundo tiene un problema a corto y medio plazo, un problema llamado demografía. La tasa de fertilidad de diversos países es paupérrima y la natalidad ha caído en picado en muchos de ellos. Los países asiáticos como Corea del Sur, pero no podemos hablar de invierno demográfico sin mencionar Japón.

Mientras el país lucha por lograr la tasa que garantice el relevo generacional, se las está viendo y deseando para que las empresas tengan mano de obra.

Cuando Will Smith interpretó al virólogo Robert Neville en 2007, no fue la primera vez que se pudo disfrutar de la trama de Soy Leyenda en los cines. La novela de Richard Matheson ya había contado con dos adaptaciones a la gran pantalla con anterioridad, por lo que seguro que más de uno sabía por dónde iban a ir los tiros argumentales.

Sin embargo, ese detalle no exime al actor del enorme pecado que cometió durante la etapa en la que promocionó el filme.