Desde hace ya varios años, la movilidad autónoma ya no es un sueño futurista, sino una realidad cuya única limitación es la voluntad de las ciudades para acometer ese tipo de proyectos con los socios adecuados.
Los robotaxis están transformando la forma en que nos movemos en las ciudades, y el panorama global se divide entre pioneros audaces e iniciativas que han naufragado, generalmente por culpa de sus propios promotores.