Hoy en día resulta inconcebible tener que pagar por usar aplicaciones de mensajería instantánea como
WhatsApp o
Telegram. Sin embargo, hubo un tiempo en que para utilizar
WhatsApp era necesario pagar, lo que generó un considerable rechazo entre los clientes. Curiosamente esto era, precisamente, lo que sus creadores buscaban.
WhatsApp nació en 2009, marcando una auténtica revolución. En aquel momento, los SMS eran el más importante vía de comunicación, pero resultaban excesivamente caros.
WhatsApp cambió las reglas del juego, ofreciendo un servicio más accesible aunque, en sus inicios, requería un pago de 79 céntimos en iOS la primera plataforma donde se lanzó para poder utilizar la aplicación.
La situación fue distinta en Android, donde la app llegó un año luego con un año de suscripción gratuita. A continuación, se suponía que había que pagar para seguir usándola, pero muchos, como yo, recordamos bien que podías no pagar y seguir utilizando la aplicación gracias a las prórrogas que
WhatsApp concedía casi indefinidamente.
Para entender mejor esta decisión estratégica, debemos remontarnos a la charla que ofreció Jan Koum, fundador de
WhatsApp, en el evento de 'Startup School' de Silicon Valley.