Cuando pensamos en quiénes crearon las grandes empresas tecnológicas que llevan partiendo la pana en las últimas décadas, en el imaginario colectivo aparece ese perfil de nerd estereotipado hasta la extenuación (como no podía ser menos) en
Los Simpsons con el grupito de empollones a los que Homer se junta cuando va a la universidad o a
Artie Ziff.
No es casual: nos hemos imaginado a
Steve Jobs y Wozniak en un garaje, a Serguéi Brin y Larry Page en Stanford fundando Google o a
Bill Gates y Paul Allen pensando en lo que sería Microsoft y desechando otras muchas ideas. Hasta los hemos visto. Acabaran o no sus carreras, estaban en prestigiosas universidades de la Ivy League y tenían unos currículums de lo más prometedores. Sin ir más lejos,
Bill Gates ya diseñaba horarios para el instituto siendo alumno. Intelectuales, comedidos, muy suyos... si hacemos caso estricto a la definición de nerd, que tiene su punto de rarito.
Ese perfil estereotipado choca frontalmente con una hornada de CEOs bastante más bravucones con actitudes chulescas. Hay quien ya les ha puesto nombre: los tech bro. ¿Estamos ante un cambio de paradigma en la dirección de Silicon Valley?
Bill Gates piensa que no: los empollones siguen dominando la tecnología.