El gobierno saliente de Estados Unidos ha anunciado un plan radical para tratar de poner bajo control las exportaciones de los chips más habituales en el desarrollo de aplicaciones de inteligencia artificial a la mayoría de los países, con el fin de impedir que lleguen a manos de los que considera sus adversarios, los llamados «bad actors», como
China,
Corea del
Norte,
Irán o
Rusia.
Nuevas restricciones mucho más severas, con la excepción de los países considerados en un primer grupo (Alemania, Australia, Bélgica, Canadá,
Corea del Sur, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Suecia y Taiwán), que podrán seguir comprando sin limitaciones, y que han provocado las protestas inmediatas de Nvidia, que afirma que las nuevas reglas únicamente van a contribuir a debilitar el liderazgo actual de los Estados Unidos en inteligencia artificial. Las nuevas normas entrarán ahora en un período de consulta de ciento veinte días, lo que permitirá que la nueva administración formada por Donald Trump las considere, las modifique si lo estima oportuno, y las ponga en marcha. De hecho, y se ha dedicado de paso a alabar a la futura administración Trump.
Las compañías de otros países no sujetos a controles de armas podrán lograr hasta 1,700 de los chips más avanzados de inteligencia artificial sin necesidad de permisos especiales, y solicitar si lo desean una licencia especial para adquirir más chips.