En diciembre de 1979, que había lanzado el
Happy Meal tan solo cuatro meses antes, vio una oportunidad de oro en los juguetes y promociones que podían endilgar a los niños junto al menú básico que continúa (más o menos) hasta nuestros días: hamburguesa pequeña, refresco pequeño, un paquetito de galletas y patatas pequeñas. Las opciones de colaboración y merchandising eran infinitas en una época en la que el cine era el entretenimiento de masas número uno y el dinero nunca dejaba de fluir.
Así, la empresa de comida rápida cambió rápido las primeras sorpresas que ofrecía dentro de la caja de cartón (una plantilla para dibujar, una cartera, un brazalete y un puzzle) por otros basados en, cómo no, 'Star Trek: El filme'. Se trataba de anillos con compartimentos secretos, láminas con los personajes de el film, juguetes de la Enterprise y otras naves, un pequeño juego de mesa ('Star Trek: Starfleet') e incluso un "video comunicador" que servía para pasar el cómic que venía incluido. Fue tal éxito que todo Hollywood empezó a llamar a la puerta de McDonald's, que solo puso una condición para promocionarse con ellos: que el film pudiera ser vista por niños. Y ahí empieza el problema.
Peguemos un salto en el tiempo hasta diez años luego, en 1989. Batman había tardado más de dos décadas en salir del legado hueco que nos había dejado la serie de Adam West de los años 60, basada en los ridículos pero míticos cómics de la golden age.