La deriva de
Amazon con respecto a las posibilidades de sus trabajadores de trabajar desde sus casas desde el fin de la pandemia ha sido verdaderamente espectacular: de decir, en septiembre de 2022, que no tenían planes para hacer volver a sus trabajadores a la
oficina, a exigir en febrero de 2023 tres días a la semana de trabajo presencial, y de ahí a exigirles la
vuelta total al trabajo en la
oficina si no quieren perder sus empleos, o directamente a invitarlos a irse si no les gusta la política de
vuelta a la
oficina.
Semejante deriva en tan poco tiempo ha probado ser enormemente impopular entre los trabajadores de la compañía. En algunos sitios han llevado a cabo manifestaciones, han protestado airadamente en la red y en los chats corporativos, y hasta la mitad de ellos están, según una reciente encuesta, buscando otros empleos. Todo ello, además, en un movimiento que coincide con un repunte de la sindicación y con el pico de conflictividad laboral de sus trabajadores de almacén.
Al final de la pandemia, el 60% de los trabajadores afirmaban querer seguir trabajando de manera distribuida, y un tercio afirmaba que se cambiaría de trabajo si le obligaban a volver a la
oficina.