Ha llegado a Disney+ la esperada segunda temporada de "The Old Man", aquella serie salida de la nada en la que
Jeff Bridges volvía a crear un papel icónico en una especie de trasunto anciano de
John Wick y que además sorprendía por su finísima puesta en escena, perfilada en su mayor parte por la dirección de un Jon Watts salido del aparatoso empacho de multiversos Marvel de su "Spider-Man: No Way Home", en el que es su mejor trabajo hasta la fecha.
Sorprendía de aquella primera temporada su aspereza silenciosa, el misterio alrededor de un personaje letal y genial, casi icónico con su pareja de rottweilers, perseguido por otros asesinos como él. Sin embargo, al progresar en ella se iba desenredando una intrincada red de espionaje, dinastías, secretos familiares, venganzas personales y complejas dinámicas de personajes que ahora han absorbido toda la trama por completo.
Y esa es la mayor diferencia en esta segunda temporada, donde la narración profundiza en las consecuencias de ese pasado que veíamos en flashbacks introducidos con cierto gusto, de modo que la acción, más o menos magra, deja paso a las intrigas internacionales y las motivaciones de sus personajes centrales, tejiendo un rico tapiz de suspense cuyo mayor punto débil es que Bridges pierde protagonismo y en el que la historia parece reiniciarse para renacer en otra serie diferente, no inevitablemente peor, pero sí alejada de la esencia inicial.