Coca-Cola ha tenido la idea de hacer un homenaje a una noticia clásico de navidad del año 1995, pero en esta ocasión lo han generado completamente con inteligencia artificial, y han conseguido con ello despertar la furia de un montón de clientes de redes sociales que afirman que el nuevo anuncio carece de alma, de creatividad, y que el icónico color rojo de la marca proviene en realidad de la sangre de todos los actores a los que ha dejado sin trabajo.
No puedo tener menos simpatías por Coca-Cola: me parece la reina del oportunismo y de las excusas, la compañía que más residuos de plástico produce y que se niega a abandonarlo «porque los clientes se lo piden», y en este caso, además, está perfectamente claro que lo único que pretendían con el uso de la inteligencia artificial era «lograr más con menos», como lo hicieron anteriormente compañías como Toys R Us. Sin embargo, escandalizarse por el uso de inteligencia artificial en publicidad o incluso en el cine me parece tan profundamente cortoplacista y tan fuera de lugar como lo que hacen todos los que desprecian cualquier cosa que cualquier tecnología razonablemente nueva es capaz de producir simplemente «porque es nuevo».