Se ha escrito mucho sobre las interfaces de usuario en automoción, y en general, todo ello basado en estudios elaborados por publicaciones y personas que provienen sistemáticamente del mismo mundo: uno lleno de botones, pulsadores, palancas y controles físicos de todo tipo, que cuando se sientan en la cabina de un vehículo con filosofía radicalmente espartana, en la que únicamente se encuentran una gran pantalla táctil central, se encuentran como si los hubieran despojado absolutamente de todo.
La realidad es que la inmensa mayoría de esos estudios sabían perfectamente cuáles iban a ser sus conclusiones mucho antes siquiera de empezar la recogida de datos, suponiendo que la hayan hecho de manera mínimamente seria. Y que esas recogidas de datos, se basaban en la experiencia de personas con muy escasa familiaridad con ese tipo de interfaces desarrollados más recientemente, lo que resultaba sistemáticamente en una evaluación más pobre y que se inclinaba permanentemente por los interfaces basados en botones, supuestamente más sencillos de utilizar sin necesidad de manejar la vista hacia ellos.
¿La realidad? Que cuando se investiga el número de accidentes con datos no sesgados, los vehículos basados en
interfaz con pantalla bien diseñados tienen sistemáticamente menos accidentes.