Las baterías de estado sólido son una de las mejores bazas del coche eléctrico para consolidarse definitivamente. Y es que prometen. Prometen mucho. Hasta un 50% más de autonomía, una vida útil más larga y una carga hasta seis veces más rápida, entre otras mejoras contundentes. Hoy en día están involucrados en su desarrollo algunos de los gigantes de la industria de la automoción, por lo que esta innovación no puede permitirse no prosperar.
Estas baterías recurren al mismo comienzo de funcionamiento que las de iones de litio, pero utilizan un electrolito sólido en vez de uno en estado líquido. Cada una de las celdas está conformada por dos electrodos metálicos o de un material compuesto que están en contacto con un medio conductor. Este último es el electrolito. Este componente habitualmente utiliza una sal de litio que contiene los iones que son necesarios para propiciar la reacción química reversible que tiene lugar entre el cátodo y el ánodo, que son los electrodos.
Las compañías que están desarrollando las baterías de estado sólido no han desvelado la composición de su electrolito porque forma parte de su propiedad intelectual, pero sabemos con certeza que no emplea sales de litio en estado líquido; utiliza un compuesto en estado sólido. Algunos equipos de investigación llevan décadas trabajando en esta tecnología y han propuesto electrolitos de cerámica, pero la opción idónea será aquella que minimice el riesgo de incendio.