La publicación del
AI Index Report 2025 de
Stanford University, de interesante lectura, ha puesto de manifiesto una tendencia inquietante para Estados Unidos: aunque sigue liderando en la producción de modelos de inteligencia artificial de vanguardia,
China está cerrando la brecha a un ritmo alarmante. En 2024, las instituciones estadounidenses produjeron cuarenta modelos de inteligencia artificial significativos, mientras que
China desarrolló quince, y Europa tan solo tres. Y 2025 parece estar mostrando, en ese sentido, tendencias muy diferentes.
Pero más allá de las cifras, es importante analizar las estrategias divergentes que ambas naciones están adoptando en el desarrollo de la inteligencia artificial. Las empresas estadounidenses, encantadas por su aparente superioridad derivada de las restricciones que imponen a
China, han optado por una estrategia de fuerza bruta: invertir sumas astronómicas en la ampliación de centros de datos y en el entrenamiento de modelos cada vez más grandes, bajo la premisa de que más datos y más potencia de cálculo, via escalado, equivalen a mejores resultados. Esta mentalidad refleja una falta de innovación y una dependencia peligrosa de los recursos disponibles.