En 1997, Apple estaba al borde del abismo. La empresa que en los años 80 había marcado el camino de la informática personal estaba irreconocible, pérdidas económicas millonarias y una cuota de mercado de apenas el 3 %. Todo indicaba que el gigante de
Cupertino estaba condenado. Pero ese mismo año, un nombre regresaría para cambiarlo todo:
Steve Jobs. Hoy, en 2025, cuesta imaginar un mundo sin Apple. Pero el resurgimiento del gigante dormido no fue mágico ni casual. Fue el resultado de decisiones radicales, liderazgo visionario y una lección inolvidable que Jobs nos dejó hace 24 años.
Apple perdió su rumbo a mediados de los 80, cuando una serie de decisiones erróneas pusieron en jaque su lugar en el mercado. Tal vez el golpe más duro llegó en 1985, fue forzado a abandonar su propia empresa tras una serie de conflictos internos. Sin Jobs, Apple quedó a la deriva.
Los años 90 fueron un desfile de productos que prometían mucho y entregaban poco: equipos como el Newton, una especie de PDA adelantada a su tiempo, fracasaron rotundamente. En el papel, Apple seguía innovando, pero el mercado ya no respondía. Con una caída del 80 % en el valor de sus acciones, pérdidas multimillonarias y un portafolio de 40 productos incapaces de conectar con los consumidores, la situación era insostenible.
En diciembre de 1996, la empresa que
Steve Jobs había fundado tras su salida.