Reconozco que aborrezco con todo mi corazón la fórmula del biopic tradicional. Me da igual si habla de Queen, de
Amy Winehouse o de Herman J. Mankiewicz: la mayoría de historias se limitan a seguir la Wikipedia, a maquillar bien a los intérpretes en una colección de imitaciones entre la excelencia y
Carlos Latre y a contarnos una historia de superación donde se tiende a engrandecer a sus protagonistas y que permanentemente terminan con un texto final que se une, de alguna manera, con la actualidad. Aunque algunos han tratado de romper con todo ('Weird: la historia de Al Yankovic', 'Blonde', 'Oppenheimer'), Hollywood siempre vuelve a los esquemas clásicos. Es inevitable.
Es normal tener miedo ante 'A complete unknown', un biopic de los primeros años de Bob Dylan con un Timothée Chalamet que prácticamente ha calcado las expresiones y la manera de hablar del cantante y que, a priori, no tiene nada nuevo que ofrecer en el género. Y así habría sido en manos de otro director más preocupado por ser simplemente funcional, pero
James Mangold sabe muy bien lo que está haciendo. No es una biografía al uso más: es un ejemplo a seguir, un estudio de personaje, un modelo para los que vengan luego.
A Mangold no le interesa simplemente narrar la vida de Bob Dylan, siguiéndole a lo largo de los discos, los amores y los éxitos.