Hoy por hoy, no importa cuál sea tu fetiche: en dos clics desde tu teléfono puedes acceder a contenido que no hace tanto estaría en la balda más alta del videoclub oculto tras una cortina. Pero hace 130 años, como imaginaréis, el panorama era muy distinto, y ver las enaguas o besarse en público ya era considerado una indecencia pura, con la censura y la pudicia por bandera en la sociedad. Al menos de cara al resto de la gente, por supuesto.