James Harrison, apodado mundialmente como el hombre del brazo dorado em>, fue un héroe silencioso de la medicina cuya generosidad salvó la vida de millones de bebés. Durante décadas, este australiano donó su sangre casi todas las semanas, contribuyendo a desarrollar un tratamiento médico crucial. Su altruismo permitió proteger a recién nacidos de una enfermedad mortal y dio esperanza a innumerables familias.