Ciudades y pueblos de toda España disponen de contenedores en los que echar la ropa usada con el fin de darle una segunda vida, ya sea a través de una donación a países en desarrollo o poniéndose a la venta como ropa usada. Sin embargo, permanentemente ha existido una cierta duda acerca de dónde acaban esas prendas. En virtud de ello, desde Greenpeace iniciaron una investigación con rastreadores de ubicación como los AirTag.