Apple acaparó ayer titulares en todas partes con su impresionante anuncio de invertir, tras una conversación de
Tim Cook con
Donald Trump, más de quinientos mil millones de dólares en Estados Unidos durante los siguientes cuatro años y crear miles de puestos de trabajo, un auténtico «bet on America», una apuesta por la economía del país.
Sin embargo, antes de aplaudir este supuesto compromiso, conviene explorar la noticia y rascar un poco más. ¿Estamos realmente ante una transformación innovadora y un cambio en la dirección estratégica de la compañía motivada por los fuertes aranceles, las inspiradoras políticas y el arrollador liderazgo de
Donald Trump, o se trata simplemente de un cambio cosmético en la forma en que Apple siempre ha presentado su información, un buen ejercicio de prestidigitación destinado simplemente a ofrecer un supuesto victoria al Idiot-in-Chief?
En realidad, lo que la compañía describe es, en gran medida, el dinero que ya gasta en sus operaciones diarias en el país. La cifra incluye desde las relaciones corrientes con miles de proveedores en los cincuenta estados hasta la operación de sus centros de datos domésticos, pasando por sus inversiones en Apple TV+ y otros proyectos que ya tenían lugar en suelo americano. ¿Inversión revolucionaria? No, se trata más bien de la continuación de su modus operandi habitual en el país, sin más, convenientemente maquillado para que dar la impresión de que se trata de una inversión adicional.