A riesgo de sonar como ese señor mayor que maldice a la primera de cambio y que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor aclaro que sólo peino unas cuantas canas y que mis creencias vitales no se alinean con esa frase debo empezar este texto sentenciando con firmeza algo que, puedo corroborar con pruebas: Ir a ver un filme a una
sala de cine ya no es lo que era.
Pero ojo, porque este texto no va a versar sobre la nostalgia por las proyecciones en 35mm, con el peculiar titilar de la imagen y el sonido de el film rodando a toda velocidad que podía percibirse en las instalaciones peor equipadas. Estas líneas estarán dedicadas a uno de los grandes males que están convirtiendo la experiencia cinematográfica en algo casi aborrecible: la combinación de exceso de ego y falta de civismo. Me explico.
A pesar de ser algo que llevo viendo esporádicamente desde que he decidido sumergirme en el mundo de la creación de contenido en redes como TikTok, durante los últimos meses he notado un aumento considerable de publicaciones de "influencers" ya sean especializados en cine o no que no dudan en sacar su teléfono a pasear en plena proyección para
grabar o hacer fotos a la pantalla y compartir sus impresiones sobre el filme de turno.