James
Harrison, apodado mundialmente como el hombre del
brazo dorado em>, fue un héroe silencioso de la medicina cuya generosidad salvó la vida de millones de bebés. Durante décadas, este australiano donó su sangre casi todas las semanas, contribuyendo a desarrollar un tratamiento médico crucial. Su altruismo permitió proteger a recién nacidos de una enfermedad mortal y dio esperanza a innumerables familias. A sus 88 años, pero el impacto de su extraordinaria sangre y su legado de compasión perdurarán por permanentemente en la humanidad. Se estima que gracias a sus donaciones más de dos millones de bebés lograron nacer sanos, libres de peligro.
La inspiradora historia de James
Harrison comenzó con un acto de gratitud. Nació en 1936 en Australia, y a los 14 años sufrió una grave enfermedad que requirió una cirugía de tórax de urgencia. Durante la operación le transfundieron 13 unidades de sangre, un gesto anónimo que le salvó la vida.
Al recuperarse, James comprendió que esos donantes desconocidos le habían dado una segunda oportunidad. Conmovido, hizo una promesa: en cuanto cumpliera la mayoría de edad (18 años), se convertiría en donante de sangre para devolver ese favor al mundo.
Harrison cumplió su promesa. Comenzó a donar sangre regularmente a los 18 años, a través del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana. Lo que inició como un simple acto de agradecimiento pronto se transformó en algo mucho más grande.